jueves, 4 de marzo de 2010

Un teatro vacío




Un teatro vacío aguarda... espera inquieto por ser llenado.
Crece, ruge y se impacienta por que en él se dé vida a una historia.
Por escuchar retumbar en sus tablas los pasos del actor,
por acoger en sus butacas el asombro del espectador.

Un teatro vacío espera ser transformado.
En una casa, en un parque, una calle, un baño,
el campo, el cielo, el infierno o cualquier otro lugar.
Los limites de su metamorfosis no tienen final.

Un teatro vacío recuerda. Rememora momentos fugaces.
Esconde entre sus piernas momentos que no volverán,
atesora con apego las historias que ahí se dieron
y que al mismo tiempo no existieron.





Un teatro vacío llora... por lo que fue y lo que no.
Ahí, tan colosalmente callado, sabe más que los demás.
Tan celosamente testigo de tantos lugares, tantos cuerpos,
voces, pasos distintos... y reacción del que oye y ve.

Un teatro vacío habla, grita silencios... se baña de luz y sombras.
Posee una delgada linea entre una realidad y otra realidad.
Hace posible el encuentro del mensaje y su receptor...
Se quiebra los nervios cuando ambos sienten la emoción.

Un teatro vacío aguarda, espera, recuerda, llora...
Espera pacientemente ser transformado en algo más...
que extienda sus muros más allá de la conciencia,
y plasmar emoción fugaz que surge y no volverá...



La delgada línea entre la realidad y la otra realidad



Fotos: Teatro de los Héroes, Chihuahua, Chih.

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